
Tal como una persona un país pareciera funcionar en forma similar, en este sentido un país idealiza y denigra, se resiste a lo desconocido, al vacío. Repite y repite sin poder controlar sus síntomas a lo largo de la historia. Sufre de contradicciones, de deseos, de sueños y temores, de fantasmas y sometimiento a ellos; pareciera ser mejor un fantasma conocido que otro por conocer. Mejor seguir sometido que dejar abierta la posibilidad del caos y la pérdida total que se alucina en un horizonte de muerte.
En este sentido quizá podríamos hablar de un malestar o síntoma a nivel social.
Tal como en las metáforas del relato en un paciente, la estructura y maraña de la queja de un país puede estar, por ejemplo, inscrita en su himno nacional, en los héroes recordados y, especialmente, en los olvidados, en sus monumentos y estatuas, en la forma en como se construyen sus viviendas y caminos, en como se entierran a sus muertos, en su música y su comida, en sus instituciones y sus personas.
Los invito a pensar en un país como en una persona, tan simple y tan complicada como tal. Y quizá más aun, se acerca la idea que llevo a través de mis papers en este blog, la tesis de que el comportamiento de un país se encuentra determinado por su célula principal, a saber: la familia. Al parecer que los alcances son mas de los que uno puede imaginar.
Iremos revisando y analizando todo lo que esto puede significar.
“El dolor consciente es en realidad el alivio de un dolor inconsciente”
Juan David Nasio