Luz y
sombra, blanco y negro, vida y muerte, aire y vida, frio y calor, y por qué no,
padre y madre.
Existen diferentes
formas de entender el universo y la vida, es posible concebir los diferentes aspectos
y entenderlos como contrarios, como opuestos, como complementarios o bien como
los extremos de una misma vara.
Se puede
entender el día opuesto a la noche, entenderlos como contrarios, uno de luz y
otro de oscuridad, un sol para uno y una luna para el otro. Sin embargo podemos
ir más allá y concebirlo como un proceso, una línea continua dentro de un
ciclo.
Ni el día ni
la noche aparecen de golpe, entenderlos así sería entenderlos fragmentariamente,
casi como una fotografía de sus extremos. El día y la noche son uno solo; luego
del medio día queda el calor sobre la tierra, el sol se mueve lentamente al
horizonte, minuto a minuto la luz baja entrando a su vez lentamente el manto de
la noche, el atardecer es una manera en que el día y la noche conviven para luego
ceder definitivamente el tiempo a la oscuridad de la noche. La copa de la
amargura y la copa dulce nos recuerdan el ciclo de la vida.
En el ser
humano, la materia y el espíritu son de diferente naturaleza sin embargo se
necesitan para existir tal como el fuego necesita la leña.
La materia sin
espíritu sería como un barco sin tripulación, y el espíritu sin materia como un
hombre sin nave con la cual navegar los océanos.
Por un lado,
de la materia podemos aprender y acumular datos, desprender información,
calcular y concluir conocimientos, en ocasiones se podría tomar su temperatura
y fragmentar. Por su parte, el espíritu va un paso más allá, con el imaginamos,
pensamos y soñamos hacia donde podríamos llegar. Con el espíritu se ve lo que
no es visible a los ojos. Y por el
contrario, el espíritu nos hace ir más allá, nos hace soportar el dolor de una
herida si eso nos dirige hacia la verdad.
Aun
en los kilotones de la materia de cuerpos celestes existen fuerzas invisibles
que los rigen. Leyes, ciclos y órbitas gobiernan la dinámica cósmica. Aun una
roca flotando en el espacio se encuentra regida por fuerzas invisibles.
Materia y
espíritu, razón e intuición, conocimiento y sabiduría, ciencia y religión, dos
columnas sobre las que se construyen el ser humano.
Esta eterna y
compleja dualidad es el lugar de la eterna dinámica e interacción entre fuerzas
energías activas y pasivas, entre fuerzas centrífugas y centrípetas. Es bajo esta
naturaleza cósmica que se desarrolla la dinámica misma del universo y a la cual
el ser humano también se encuentra sujeto.
Dicho esto, debemos
trabajar en la construcción de nuestro propio camino, camino que es inaccesible
si dejamos de lado un aspecto de la vida en preferencia de otro. La vida del
ser humano no es sólo carne y huesos, no es sólo enfermedad y salud, el cuerpo
es un vehículo, pero el espíritu el camino de imágenes y anhelos, de
frustraciones y miedos, de pasiones y sueños donde nos disponemos a empujar y
llevar más allá los límites de nuestro cuerpo.
A pesar de
esto, hoy en día y como siempre, la naturaleza humana se haya confrontada a
esta eterna dicotomía. Diferentes formas de vida rigen al ser humano,
diferentes sociedades dan el poder a las mayorías o bien a unos pocos, los
distintos modelos económicos se fundamentan en las personas o en el poder de
éllas, diferentes culturas se desarrollan desde su historia o bien negándola.
Actualmente,
las diversas vertientes del conocimiento humano dan cuenta del conflicto dual
entre el plano material y espiritual; con esto no se pretende afirmar que la
satisfacción inmediata o la obtención de bienes materiales sea reprobable en
sí, si no sólo cuando esta dimensión se privilegia en desmedro del plano
espiritual, o bien cuando la reemplaza definitivamente.
Esto, generalmente
ha derivado en una difusión de identidad, donde existe una dificultad para que
el ser humano pueda construir una imagen de sí mismo integrando los aspectos
material y espiritual.
Nuestro
trabajo entonces, comienza primero en reconocer los diferentes aspectos de la
vida y, sólo luego de ello, pretender integrarlos.
El trabajo
que nos queda entre materia y espíritu pretende aumentar sus puntos decontacto, reconectar la vida, y suturar punto a punto la escisión entre ciencia
y religión, entre conocimiento y fé. Devolver al sujeto su experiencia.
“Donde hay mucha luz la sombra suele ser profunda”
Johann Wolfgang von Goethe
Poeta, novelista, dramaturgo y científico alemán.